miércoles, 3 de octubre de 2012

Carlota y el sueño


Por Ingrid Rivera

La Foto                          
                                                      
Ese día Carlota Victoria despertó muy emocionada y ansiosa. La noche anterior un hermoso sueño había estimulado en ella la curiosidad de saber cómo era un circo.  De 5 años de edad, esta chiquilla vivía con su madre María Isabel, una joven viuda, maestra de escuela, tierna y dulce, con una vocación de servicio sólo comparable con el amor que sentía por su hija.

Carlota era una niña feliz, amante de los animales y de las historias asombrosas. Durante el desayuno la pequeña Carlota le pidió muy ilusionada a su madre que la llevara al circo al salir de la escuela, ya que para esos días una carpa proveniente de México recién se había instalado en su pequeño pueblo. Además, le contó que en un sueño que había tenido algo mágico sucedería cuando juntas llegarán a ese lugar.

Triste y hasta con un poco de vergüenza, María Isabel le explicó a la niña que las cosas no andaban bien con el dinero y que lamentablemente no sería posible complacer su petición, además, en la escuela y en todo el pueblo se rumoraba que las entradas eran muy costosas.

En ese momento la tristeza invadió a Carlota. La posibilidad de asistir a ese maravilloso lugar, el lugar de su sueño, en el que encontraría asombrosos animales, divertidos personajes y hasta gente que volaba de un extremo a otro se desvanecía en un segundo.

Carlota y su madre salieron juntas a la escuela -la misma donde María Isabel daba clases-, pero sin dejar de pensar cómo podía entrar al circo esa misma tarde. Algo debía suceder, los sueños siempre se cumplen y el de Carlota no sería la excepción.

De camino a la escuela, madre e hija fueron abordadas por una anciana de voz dulce y suave. Su vestimenta indicaba que no era habitante del pueblo pues llevaba ropa muy colorida. La amigable abuela le pidió a Carlota y a su madre que la ayudaran a cargar un pesado bulto hasta la entrada del circo, pues ya no soportaba más la molesta carga.

María Isabel calculó que no le tomaría mucho tiempo ayudar a la anciana y llegar a tiempo a su lugar de trabajo, y Carlota a sus clases. Cargó el pesado bulto hasta la entrada del circo y la anciana al despedirse le entregó a la joven madre una monedas en señal de agradecimiento. María Isabel de inmediato las rechazó argumentando que su ayuda había sido desinteresada. La mujer insistió, pero no tuvo éxito.

Carlota no entendía nada, hacía unos minutos su madre le había confesado que tenía problemas de dinero y ahora que esta amable señora le ofrecía un poco, ella lo rechazaba. Con esas monedas sería posible comprar las entradas para el circo.

La adorable anciana cedió a la negativa de María Isabel y guardó las monedas en su cartera, pero a cambio les pidió que aceptaran una invitación especial a la primera función del circo esa tarde, en la que presentaría su show de adivinación, uno de los más famosos del mundo entero. Carlota y María Isabel aceptaron felices.

Al salir del colegio Carlota y María Isabel se fueron directo al circo y al entrar Carlota tomó de la mano a su madre y mientras comentaba con ella todo lo que veía; animales, payasos, malabaristas y muchas atracciones más, pensaba que ese era lugar el ideal para soñar.

Al pasar unos minutos, María Isabel le preguntó a Carlota qué era eso mágico que sucedería cuando ambas entraran juntas al circo; y Carlota con una hermosa sonrisa respondió. Madre, quiero que entiendas que los sueños se hacen realidad y si estamos juntas todo lo que soñemos sucederá.